Exploring narratives
Explorando narrativas en settings urbanos
©Por Abdel Hernandez San Juan
Entrance: Taco Bell
Es en realidad temprano en la mañana, mis padres recién despiertan, la sensación de estar en México y tener a mis padres, mama y papa, se imbrica con mis recientes y vivaces memorias corporales del sonido de las campanitas de los carritos de tacos que merodean los bajos del freeway por donde salgo a media mañana todos los días a hacer mercadito, han transcurrido no menos de diez años en mi vida desde la última vez que los vi.
La persona que hoy soy ha devenido otra cosa y no tiene modos de ir a aquella, pero tener a mis padres a la vuelta de unas horas es una emoción indescriptible, me hago un café mientras sumergido en la brisa madrugadora doy vueltas y vueltas a un manuscrito, estoy de visita en México tras un viaje en mi carro manejando desde Houston. Debo aceptar que las campanitas de los vendedores de tacos y los colores de México me sobrecogen en un modo increíble.
Cuando me alejo de Houston hacia Kimas o Galveston, siento también un agrado similar, pero el alejamiento aquí es diametral, estar en México es revivir un modo en que me ocurre lo urbano tan vivo y rico que no vivía desde mis viajes de Caracas a Maracay o de Caracas a Anzoátegui cuando tienes que pasar importantes horas del día rodeado de vendedores de chicha y hacedores de cachapa.
Cuatrocientas mochilas de colores estridentes colgando en ganchitos hechos de alambre improvisado todo a la venta. Techos lonados montados sobre tubos reciclados empatados como se pudo listos para desmotarse si la gobernación de turno decide removerlos, cambiar el área para lo que hacen o simplemente botarlos de allí.
Para una alcaldía la terminal de ómnibus interprovincial debe estar despejada para priorizar un ambiente acogedor, tranquilo, despejado y confortable a los clientes quienes se transportan de provincia a provincia, pero para otra gubernatura de tendencia opuesta, la respuesta a la misma pregunta es la contraria, las terminales interprovinciales no pueden ser desiertos o salas para velar muertos envueltos en aire acondicionado sino lugares a través de los cuales la gente que se va y llega realiza entrar de una vez en contacto con los mercados de una ciudad que te recibe y te despide.
Los mercados de la ciudad, necesitan, para prosperar y hacer prosperar económicamente la ciudad, volverse mercados justo de ese salir y entrar que centra y decide su vida económica, esta no puede ser entendida de modo aislado interconectada como esta con el resto del país.
Quinientas franelas con textos y pinturas fluorecentes colgadas unas sobre otras como si fueran capaz, todo a la venta. Cuatrocientos equipos de música sonando todos al mismo tiempo en el mismo espacio urbano cada uno con una música distinta y los bafles a todo volumen, todo a la venta
Quinientos vendedores de inventos caseros abordándote todos al mismo tiempo, miras algo a tu izquierda y tratas de fijar tu vista en ello, un tipo de puselo plástico en que podrías envasar la comida que llevas al trabajo, quinientas mujeres que venden juegos de pozuelos plásticos, te caen encima, mire señor, estas son mejores, mire tenga estos, se los rebajo al cincuenta por ciento.
Asi son las cosas en las terminales de ómnibus interprovinciales en Venezuela, respecto a ello estoy muy por debajo de haber aun evocado de que se trata.
Las cosas aquí no son tan aglomeradas en realidad más tranquilas y ordenadas, pero un vendedor de tacos mexicanos a cada cincuenta metros y pedir a cualquiera de ellos que te sirva un taco, lo evoca con solo mirar como le pone la salsa, en qué modo le hecha la carne, y cuantas gente al mismo tiempo le ordena un taco.
La verdad es que después de comerte un taco en Monterrey la vida cobra un sabor indescriptiblemente agradable, algo que en Texas solo puede ser recordado en la vida rápida y moderna con un taco bell. Todo este mundo me está subrayando que algo en todo aquello en lo que he devenido, extraterrestre de un mundo tecnológicamente encapsulado, esta excedido, pero algo en todo este mundo esta también excedido, un vendedor de tacos a cada cincuenta metros y quinientos equipos de música sonando todos al mismo tiempo con músicas distintas es obviamente algo exhilarante aunque así fue durante toda la década de los noventas y probablemente lo siga siendo.
Reflexive Monologue: Free Market Subjectivities
Para entender la subjetividad de mercado libre que somos quienes vivimos la mayor parte de nuestras vidas y seguiremos viviendo en sociedades de libre mercado capitalistas, se debe entender un mundo desprovisto del estado. El mercado es, en su relación a la reproducción biológica, la sociedad civil, la ciudadanía, los mundos de la vida cotidiana, las formas en que la sociedad se vive a sí misma, la familia, las interacciones sociales, lo opuesto al estado.
Es preciso pues movernos desde los sentidos más básicos de ser individuos, capacidades, talentos, virtudes, etc, hacia las inmediateces más simples en el mundo social.
Estructurada por la relación entre muchos individuos a cada uno de los cuales nos acontecen el día y la noche, el diario, y para cada uno de los cuales ese mundo social es un mercado libre, para nuestra subjetividad de mercado libre no existe en un lugar la sociedad, y en el otro el mercado como algo extrínseco, exógeno o distinto a la sociedad al cual la sociedad va como quien va de visita a una cosa que no forma parte de ella.
Desde la familia tenemos una necesidad económica, tenemos que sobrevivir y prosperar económicamente en una sociedad que es ella toda mercado libre, ello es intrínseco a nuestras necesidades individuales, nuestras capacidades y virtudes son un capital que poseemos, algo que nos hace más o menos competitivos según el esfuerzo que dedicamos en la vida a desarrollarnos, cultivarnos, leer, conocer.
Si acumulamos conocimientos ello es un capital que disponemos al mercado, pues puede revertirse en un potencial que nos haga competitivos cuando ofrezcamos nuestros servicios.
El mercado no es algo a lo cual vamos, desde un lugar en la sociedad del cual salimos, la sociedad misma toda ella se presenta como un mercado libre.
La relación entre el mercado libre y la sociedad civil, ese ámbito societario en que adquieren forma las dinámicas espontaneas de nuestras vidas cotidianas, el decursar de vida, el hogar, la ciudad, el instituto, la tienda comercial, la empresa, el centro de trabajo, es mutuamente constitutiva, no hay sociedad civil, mundo societario horizontal sin mercado libre y no hay mercado libre sin mundo societario y sociedad civil, el mercado es constitutivo de los mundos de vida desde adentro, y estos últimos no pueden entenderse sin aquel.
El mercado se define por muchos en relaciones comerciales competitivas, asi existe la posibilidad de cada uno lograr sus propósitos, estos vendrán acompañados del éxito económico, pero al mismo tiempo, no tiene uno nada a lo que recurrir más que a sus propias capacidades, por un lado está uno redimido, puede lograr según se esfuerzas y lo que logra es suyo y para uno, solo de uno en el mismo nivel en que lo es el cuerpo biológico, pero por otro lado uno está llevado a un nivel diminuto en tanto todo lo que puede estar a su alcance lograr dependerá de cuan competitivos seamos en un mercado libre regido por el comercio en el que otros son igualmente competitivos.
En nuestra subjetividad de mercado libre no conocemos mediaciones o instancias interventivas que medien entre nuestra impresión de mundo diario, fenomenológicamente, el mercado y lo que en ese mercado, que es la sociedad misma, logramos, pues lo que logramos lo conseguimos en una sociedad que es ella toda, solo y únicamente un mercado libre.
Las tecnologías como el teléfono, el transporte, la industria, y posteriormente la tv dieron en un momento la impresión de intervenir o mediar esa relación, pero las empresas telefónicas se transformaron en compañías compitiendo por ser el servicio escogido, las televisoras en espacios de compra y renta de canales donde se hace publicidad comercial, el anuncio publicitario se volvió así una relación comercial de ganancias para esas tecnologías y a la inversa, también para los inversores, se volvieron ellas mismas una relación de mercado libre, los medios masivos en su dinámicas están regidos también por el mercado libre.
Los mismos que anuncian en los medias sus productos, mercancías, corporaciones, compañías, son en ese anunciarse, los sponsors económicos que propician sitios o webs con sus servicios en internet, programas y canales en televisión, líneas y servicios en telefonía digital, son sus financistas y sponsors. Si un canal anuncia un shampo ese champú paga el canal y sus programas. Si un programa anuncia un automóvil, ese automóvil paga el canal y el programa.
Nada en lo que hace social un mundo puede adquirir forma social sin el mercado libre, este es constitutivo del mundo social desde adentro incluidas las tecnologías.
No fue posible entonces tampoco con la TV y las nuevas tecnologías fractales, intervenir esa relación directa entre mercado libre y sociedad civil como una relación ontológica a nivel social, finalmente ya el internet termino trayendo el mercado libre veinte cuatro horas a nuestras casas en la vida diaria, la comunicación computarizada.
Pero como la iglesia que le pone restricciones morales al libertinaje del mercado, restricciones que inciden en las éticas sociales y por lo tanto en las éticas comerciales, también el estado le pone cotos al mercado y al libertinaje comercial mediante impuestos anuales.
A pesar de ello ni la iglesia ni el estado pueden hacer nada por intervenir o impedir que esa relación entre los mundos de vida civiles, cada uno de nosotros como individuos, nuestro decursar mundano, el libre mercado y el libre comercio sean antes mutuamente constitutivos, se sean pues, ontológicamente lo mismo en lo que hace al mundo un mundo social, implícitos, intrínsecos, uno en el otro, cada uno siendo el otro.
Las cosmovisiones, las creencias, los puntos de vistas ideológicos, la moral, todas estas cosas humanas, pueden ser ellas tentativas de crear superestructuras sociales, pero el mercado y el comercio libre son como la lengua y la transmisión social, anteriores según lo entendemos en la subjetividad de mercado libre.
Tendríamos entonces lenguaje, mercado libre, comercio y transmisión, es decir, reproducción social, educación, estos serían los principios básicos de nuestra subjetividad de mercado libre.
La subjetividad de mercado libre no precisa un solo punto de vista respecto al mundo social, no existe un observador absoluto o privilegiado, el mercado es por antonomasia lo contrario a un solo punto de observación, él es múltiple, heterogéneo, contrario a algo omnisciente que totaliza.
Lo más parecido en nuestro mundo cultural a la subjetividad de mercado es el carnaval.
El mercado libre, el mundo social y citadino en el que todo es bussines y comercio libre es en nuestra subjetividad como una especie de carnaval continuo que nunca para todo el año, la diferencia entre uno y otro está en su relación con los ritos ceremoniales.
En el carnaval se escenifica un tiempo excedente, se simbolizan las dinámicas del excedente, se festeja el tiempo social, en el mercado, se intercambia el tiempo social y con ello el tiempo de los valores.
No se trata de que no exista ceremonial en el mercado libre, si existe ceremonial en el mercado libre, también escenificación y puesta en escena alrededor de sus principios básicos, pero mientras el carnaval es un apogeo simbólico, el libre mercado es un simbolismo del apogeo.
El carnaval festeja en el símbolo el tiempo social, el mercado es intercambio de tiempo social simbolizado.
Los principios básicos del mercado libre son ellos mismos rituales.
El principio más básico de la subjetividad de mercado libre es el trueque, el intercambio de algo por algo, yo te doy algo y tú me das algo a cambio.
Sin embargo, a pesar de esta relación primera al trueque, en el que parece siempre la relación entre dos, uno da, el otro recibe a cambio, primeras formas del vendedor y el comprador, nuestra subjetividad de mercado libre carece de un solo punto de observación, el punto de vista del que da en el trueque no es el mismo de aquel que recibe a cambio, pero tampoco el mismo de aquel que observa el trueque, es decir, él toma y daca de intercambio entre dos, no ya solo porque muchos trueques adquieren lugar al mismo tiempo, sino porque ese intercambio de tiempo y valores entabla muchas otras relaciones no reducibles al punto de compra y venta, o de simple canjeo o intercambio, como son el crédito y otra infinidad de relaciones que son abstractas como el mismo capital.
Son rituales las dinámicas de nuestros mercados libres porque en ellos intercambiamos los valores relacionados a los ritos sociales, los objetos que se canjean forman parte de las esferas sociales de la vida doméstica, el cuerpo, los hábitos, las costumbres, las usanzas, las necesidades y las modas con sus dinámicas y publicidades.
Una mise in scene de mercado libre es una mise in scene de intercambio ritual de tiempo social expresado en valores tangibles e intangibles por medio de los cuales nuestra sociedad, estado unidos visto desde Texas, new york, chicago, california, también se simboliza.
Como mise in scene, los mercados tienen ellos una importancia simbólica para nuestra sociedad, ellos son formas visuales citadinas, urbanas y civiles, desde las placitas publicas dominicales de otrora en que se expresaban alrededor de los mercados los costumbrismos sociales, ir de mercado, salir de compras, hasta las formas publicitarias y mass mediáticas de mercado que en el capitalismo neoliberal desarrollado llegan por internet o tocan en nuestras puertas de la casa ofreciendo servicios a la venta.
El fundamento natural del mercado libre son nuestras capacidades innatas como individuos, talentos, virtudes, conocimientos, experiencias, entendidos por lo que relaciona a estos con nuestro individuo biológico, hay pues una relación directa entre las éticas del mercado libre y las éticas de la persona natural, entre las éticas del mercado libre y las éticas de la comunidad espontanea, de la sociedad que vino al mundo como al mundo vinieron sus individuos.
El otro fundamento natural del mercado libre son las necesidades de la persona individual de prosperar económicamente para mejorar la calidad de vida individual y exponenciar las ganancias individuales, estos serían los fundamentos básicos del mercado libre en la condición natural, en el derecho natural.
Comerciar o hacer bussines en nuestra subjetividad de mercado libre no es tirar todas las cartas a un modo de pensar, o envolver en las transacciones las preguntas más importantes y las respuestas más decisivas sobre que se quiere o piensa sobre algo, antes bien hacer bussines, en la medida en que el mundo social es el mismo un mercado libre, expresa el modo más diminuto que conocemos de relación social.
Desarrollar el bussines no es traer a la mesa argumentos, razones, puntos de vistas o ideologías, tampoco, lograr un objetivo como este se trajo preestablecido por la voluntad supeditando el negocio a metas prestablecidas, es antes bien el modo de relación social que nos llega predado en ese mundo social, al ser así, pasa a ser parte en los ámbitos más finos de nuestra subjetividad, en los presentimientos, en el sentido del otro o de los otros, en el modo de adecuarnos, es pues la nuestra una subjetividad adecuativa, relacional, que se acoge a aquello que el otro trae, comerciamos no solo cuando literalmente se hace explicita algo, comerciamos antes, desde el momento mismo en que en cada diminuta relación social sobreentiende que el otro y los otros traen sus propias dinámicas reguladas por el businnes en el mercado libre y que las nuestras no pueden ser o adquirir forma en ese mundo social como relaciones sociales sin ser un businnes en el comercio.
En nuestra subjetividad de mercado libre capitalista cada individuo esta llevado a una infinitesimalidad como punto en un mundo en el que existen millones de otros individuos en relaciones competitivas comercialmente reguladas por el principio mismo según el cual llegamos al mundo, el mundo social debe ser en lo posible, lo más cercano posible al mundo natural, es la nuestra una subjetividad acostumbrada a que la misma proporción que se da entre la entropía, la aleatoriedad, el azar y la direccionalidad, en el mundo natural debe ser más o menos la proporción que tengan estas cosas en el mundo social.
Si en la naturaleza la aleatoriedad, la incertidumbre, el azar, lo espontaneo, tienen una proporción determinada en relación a procesos estructurados, se supone que el mundo social deba guardar estas proporciones.
Esta relación proporcionada entre naturaleza y sociedad, se expresa para nuestra subjetividad de mercado no solo en el mundo tangible del mercado libre y el comercio como estos se dan en los mundos de vida y en el horizonte intramundano desde adentro de ellos, también se expresa en sus formas abstractas que el mercado adquiere y guarda en ellas, en esas formas abstractas, y mientras más abstractas más, su correspondencia, su correlato y su proporción al mundo natural.
El capital mismo como concepto es una abstracción del mercado, de sus lógicas y dinámicas, de su relación con el mundo social, simbólico y de los valores según estos se perciben desde un mundo fenomenológico establecido de acuerdo al mercado libre y su subjetividad, como lo es también, una abstracción, el sistema financiero.
Todo ello funciona según y de acuerdo al mercado libre y a nuestra subjetividad de mercado libre.
En nuestra subjetividad de mercado cada individuo es un businnes man or woman busines, una persona dedicada al marketing, a las relaciones comerciales, somos persona, somos individuo biológico, somos una profesión y especialidad, y somos además, por obligación en ese mundo social, una persona dedicada a los businnes.
No es posible salir adelante en el mundo social de la persona individual si no somos además de una especialidad y una profesión, también, adicionalmente, una persona capaz de llevar tu propia vida como un businnes, un bussines que es de uno y para uno en los dos sentidos juntos, individuo biológico e individuación social, un bussines sin embargo en el cual a cada mínimum de individuación social que obtenemos en el espacio público, corresponderá de nuevo volver a quedar solos en la competencia del libre mercado.
Del mismo modo en que nada interviene que lo que logramos o dejamos de lograr este regido por la relación entre nuestra capacidad, talento, competitividad individual y el mercado libre, tampoco nada nos ayuda, nos mantiene o subvenciona en esa relación antes, durante y después que obtenemos el resultado y los logros de una individuación social dada obtenida con nuestras capacidades, competitividad y capital propio.
Los mercados libres son como el carnaval en la cultura, el triple presente del espacio y del tiempo es celebrado en su ahora y en su aquí transcendental, el presente vital, y tanto más cuanto que atraves de las nuevas tecnologías de internet y otros medios los mercados libres entran a formar parte de nuestra vida cotidiana ahora no ya cual otrora en el modo del vendedor de chicha que toca a la puerta o el pregonero cuya voz escuchamos por la ventana va vendiendo por las calles a cuyo paso ocasionalmente salimos, sino frente a nuestros ojos, “accesible a nuestra mirada y al alcance de nuestra mano”, por valerme de una frase de Jacques Derrida, es el mercado libre como ambiente visual donde mismo escribimos, leemos, consultamos información y decidimos que hacer en la ciudad esta semana, en nuestros escritorios, sobre el monitor del computador.
Pero conocer como nuestros mercados libres son como el carnaval en la cultura y en cierto modo una forma cultural del carnaval en nuestras subjetividades, no es remitible solo a tecnologías, sino todavía a sus expresiones visuales en la cultura más amplia.
Mi análisis sobre la relación entre mercado libre y carnaval no supone que las pragmáticas de los mundos de la vida supuestas en la acepción que damos al concepto de pragmatismo cuando lo entendemos en el sentido angloamericano estado unidense dejen de regirse por imperativos de contingencia practica altamente ordenados, como de hecho se expresa en la misma cultura pragmática que está relacionada a la cultura del bussines, la atención al cliente, el marketing y el alto nivel de organización que supone la eficiencia del mercado, se trata de que una cosa y la otra, se imbrican y se dan una dentro de la otra.
Las formas de carnaval abordables aquí no son, por supuesto, carnavales en el sentido antiguo o medievalista de este concepto, sino antes bien, formas modernas y contemporáneas del carnaval las cuales dado su mismo carácter moderno y contemporáneo están estrechamente imbricadas con las practicas económicas de bussines y comercio, estas tres modalidades las considero en su generalidad bastante modélicas en términos de su simbolismo.
Exit:
Es un día cualquiera, está amaneciendo en este hotel ordinario de los angeles cuyo nombre y cuyo nombre de la calle no recuerdo, quizás en la misma medida en que escribo recupere esos nombres, hay algo de recuperación en la escritura, no solo de recuperación en el sentido de quien se recupera en modo literal, como puede serlo recuperarse de los estragos de un viaje atraves del descanso, los estragos de una fiesta, el excesivo trabajo, recuperarse económicamente, sino también de recuperación en un sentido más amplio que abarca los anteriores y otros cuantos, recuperar nombres, por ejemplo, aquí los de un ordinario hotel y su exigua calle, pero también recuperar experiencias relevantes de vida, aquí una relación de novios, una pareja.
El amanecer en cuestión es francamente mundano y ordinario, este baña con la misma luz exigua todo el horizonte visible en la ciudad, la entrada del hotel y el lobby con su escuálida alfombra, el moro aparca la camioneta detrás de un montón de taxis, volveré sobre este aparqueador de camionetas con quien después pude largamente conversar una madrugada próximos al estacionamiento de los autos de gala, pues son varios moros. Soy houstoniano, la gente de Houston se nota a primera vista, se ve que eres de Houston, me decía una bella chica rubia ayer, ustedes tienen algo que se les nota donde quiera que están, en un aeropuerto entre personas sentadas, caminando o que llegan con maletas, puedes percibir quienes son de Houston.
Los Angeles me resultan la primera ciudad en Estados Unidos que a diferencia de todas las demás, incluyendo Houston en la que vivo hace un montón de años, podría ser una ciudad en cualquier lugar del mundo, el cemento de Los Angeles parece el mismo del hotel Rossia en Moscú, el boulevard de Sabana Grande en Caracas o las avenidas 23 o línea en la Habana.
El restaurant en que desayuno, almuerzo y ceno en el hotel es diminuto, sus mesas y sillas parecen de esos comedores que puedes encontrar en una fábrica. Las señoras que te sirven la comida parecen tías, y la comida es la misma todo el tiempo, es standard. Al fondo hay una extensa sala de estar cómodamente amueblada en la cual intento en lo posible dejar transcurrir algunas horas del día, voy leyendo Estética e Interpretación de George Gadamer.
Dejando esta sala camino a mi habitación, vuelvo cada día a transcurrir el mismo lobby desde el cual no solo veo al Moro cada mañana aparqueando las camionetas, sino que también ordinariamente puedo disponer el servicio de dos artefactos plásticos y volumétricos de aproximadamente metro y medio de altura cada uno, especies de computadoras desde las cuales puede uno, no sin una breve cola de clientes, conectarse un rato a internet y desde donde escribo emails y leo los emails que me escriben.
Con palabras como ordinario y mundano, que puedo sostener en general sobre el transcurrir usual de y en los mundos de vida intento expresar cosas bellas, para nada inverosímiles, quizás esto me ayude a conocer los valores arquitectónicos de este hotel, quizás aspectos de este acogedor hotelito, resalten por inusitados detalles, no pocas veces, de hecho, me las vi envuelto en una conversación que reparaba en el mismo. Por la parte de atrás, que da a una avenida algo más transitada, hay un bar nocturno al cual se entra por ambos lados, desde el hotel, siendo en cierto modo parte suya, y desde esa avenida más transitada, siendo también independiente.
Esta relación de ser parte del hotel y a la vez parte de la ciudad como algo en sí, es perceptible en la gente que lo circunda, algunos viven en el hotel, otros son gente de la ciudad que lo frecuentan o visitan ocasionalmente. Los amigos del moro me han persuadido a visitarlo.
No consumo alcohol ordinariamente en mi vida y como ese hotel, mi también mundana vida, no me conduce habitualmente a visitar sitios así, a no ser que busque conquistar a una mujer para que sea mi novia. Los amigos del moro son aparqueadores de camionetas, mayormente, aunque también, sacan y entran los automóviles de gala del estacionamiento en las mañanas y en las noches. Ellos disponen los automóviles de gala aparcados a la espera del señor y la señora de ocasión que decidan rentarlos y escojan si quieren chofer o prefieren manejarlo ellos mismos de modo que algún día algunos de ellos no andan por allí, pero creo que a pesar de lo distintas que son el tipo de cosas a las cuales nos dedicamos, y de que les resulte un poco estrafalario eso de Estética e Interpretación, he logrado incluso un sentido de mutualidad y reciprocidad.
Mi habitación en la que paso gran parte del día, no es en realidad del otro mundo, más bien de este, su detalle más relevante es que su piso es completamente verde, en realidad alfombrado, tapizado en verde, de un verde que me resulta barroco explicar, ese que en la paleta de colores se define como complementario al rojo, el verde en las pinturas de Henry Matisse, pinturas clásicas como la Danza de los violinistas, ese que abunda en las copas de los árboles. Cuando atisbo a imaginarme la vista en planta de mi propia habitación, me veo en las proporciones de una geometría plana, tendido en aquella cama como en una pintura de Henry Matisse.
Ciertamente, en las pinturas del medioevo aún no se había descubierto la perspectiva de Da Vinci, pero por algún motivo, no menos inconmensurable a que Matisse pintase figuras planas y desnudas de violinistas que bailan sobre fondos también planos y sin perspectiva en la Europa de 1910, como en las primeras yuxtaposiciones casuales, modos de poner fotografías de familia, que inspiraron en Tzara y otros dadaístas a descubrir el fotomontaje, la cosa se hace interesante con la sinécdoque entre los fondos de matisse y un hotel en los angeles.
Por algún motivo curioso la señora de la habitación de al lado deja sus zapatos afuera de la puerta sobre la alfombra del pacillo colectivo del hotel en ese piso, me he preguntado varias veces, mientras camino por el hall hacia mi puerta y veo en toda la extensión del pacillo, justo delante dos metros previos a la mía, sus zapatos colocados con precisión por el lado de afuera de su puerta cómo interpretar este fenómeno, se tratara acaso de una costumbre oriental me preguntaba suponiendo pudiera ser una japonesa, una tailandesa, o una china?.
A decir verdad los zapatos de la chica eran perfectamente occidentales en su forma, su diseño, su piel y su estilo, en detalle negros, pero la costumbre de dejarlos afuera en el pacillo de un hotel que se considera colectivo introducía una serie de atractivos elementos a mi hermenéutica, recurriendo así a mi propio acerbo, experiencias culturales con zapatos desplegados sobre extensiones alfombradas, solo en los zapatos de mis exnovias rusas había reparado antes como algo envuelto en una sensualidad femenina exorbitante, el ritual de quitarse los zapatos era a la vez una necesidad climática, un detalle de exquisita y delicada seducción, una costumbre de cortesía social, y una forma de educación sentimental, se los quitaban, sin embargo, adentro.
Dejar zapatos en la parte de afuera de una puerta es algo que solo vi antes en films japoneses en los cuales, sin embargo, la relación de la chica con el inmueble, aquí la casa típica tradicional japonesa que inspiro a le Corbusier, no es la misma que la relación que puede mantener una inquilina anglosajona, quizás de Texas, quizás de new york, con aquello que hace colectivos los pacillos de un hotel privado en los Angeles, volveré sobre este punto más adelante, las relaciones entre lo privado y lo público, el sentido de pertinencia o relación a un todo social o comunitario, aquí el hotel, y otras cuantas cosas más que alrededor de estos zapatos pensé tendido en aquella cama.
Un mundo sensorial de impresiones sensibles y físicas integra y centra aquí las relaciones entre la observación, el cuerpo y la extensión de la memoria, no se trata pues como en Leiris, de un cuerpo que se dispersa fragmentado en metáforas de órganos como aquel que Derrida evocara en el modo de fantasmas de África, su Argelia inveterada en parís, y luego de Marx, su asir franco-argelino de la disyunción temporal experimentada entre un mundo en que la subjetividad permanece imbuida en el adentro absoluto propio a la relación endógena entre historia de la religión, pragmáticas en los mundos de vida y formas de la economía en el espíritu finisecular weberiano y ese disyunto extrañamiento de mundo que abre el tiempo y el espacio con Marx a la formación del valor cuando este, extrañándose de la sustancia, equidistancia la materia abriendo la subjetividad por sobre la exterioridad de lo objetivo y plegando la objetividad por sobre una axiología en que lo subjetivo extendiéndose no puede hacerlo sin minucioso cuidado, esa disyunción propia a una subjetividad objetivada, con sus fetiches y reificaciones.
Aquí es antes bien la relación entre un cuerpo capsula, el mío Houstoniano, ultratecnológicamente urgido por preguntas sobre el embodiment, cuerpo en mí inescapable pero teóricamente experimental en la escritura y el pensamiento, y un cuerpo henchido de naturaleza, de frutos orgánicos que arriban del surco, no así organoponicos, de una frescura exorbitantemente natural en el que en una sonrisa sonríe el día.
El primer libro de autoetnografia como yo la defino y la entiendo fue escrito por un teórico francés, Jacques Derrida, este comienza con el propio autoposicionalmiento o autoubicacion, por valerme de un concepto crucial de Clifford Geertz cuando comparaba los rituales de la muerte en Grecia rural de Lorin como una modalidad heideggeriana de pensar en Grecia los descripciones coralinas de un discípulo de Malinowski, pero la autoubicacion aquí no era la del etnógrafo que sale de una cultura encapsulada la cual es su cultura y va a otra que le es distinta, se trataba antes bien del intelectual argelino es decir, norteafricano, que sumergido en la vida como teórico en Francia, y reconociéndose emigrante, inicia un tratado sobre el pensamiento desde la antigüedad clásica que le es suya pero en un modo distinto a que que no lo vivió como emigrante argelino, es decir, posicionándose como una crítica a la filosofía desde una escritura etnográfica a dos columnas con un escritor etnógrafo francés que hizo trabajo de campo en áfrica, situando asi un trabajo simultaneo de doble trabajo de campo en el escribir sobre sí mismo deconstruyendo la tradición filosófica de la cual forma parte a la vez que rescribe y a la vez que rescribiéndola desde la perspectiva africana en Francia, hay pues que leer los márgenes de la filosofía como la primera autoetnografia lo cual para nada significa que en este libro estén agotadas las posibilidades de la misma, sino a penas en ciernes
En el lobby del hotel he conseguido un afiche de Chaplin quizás casual pero para nada desdeñable a mi hermenéutica, en él se ve la clásica imagen en Candilejas cuando Chaplin mientras se come las botas calientes desarrolla un baile con los cubiertos, justo un baile.
Bibliography
Derrida Jacques, Margins of philosophy, The University of Chicago Press
Ricoeur Pierre, Time & Narrative, books 1, 2 and 3) University of Chicago Press; 1 edition (September 15, 1990)
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